domingo, 15 de febrero de 2009

Filosofía ¿Para qué sirve?

Filosofía ¿Para qué sirve la filosofía?

Ivana Costa

Desde su nacimiento, la filosofía carga con la sospecha de ser unadisciplina sin utilidad. A lo largo de los siglos, los pensadores hanarriesgado varias justificaciones. En este informe, se ponen en telade juicio los distintos aportes que la filosofía podría hacer tanto enel ámbito público como en el individual, el de la vida cotidiana Según Aristóteles, la filosofía nació con Tales de Mileto en el sigloVI antes de Cristo, porque fue Tales el primero que buscó respuestas asus preguntas acerca del mundo sin recurrir a la mitología. De Talesse sabe que fue matemático, astrónomo, ingeniero, estadista,meteorólogo y uno de los Siete Sabios. Y sin embargo, entre suscontemporáneos no despertaba siempre reverencia. Una vez -cuenta Platón- Tales se cayó en un pozo y una esclava seburló de él: por mirar el cielo -se reía la joven- no advierte lo quetiene bajo sus pies. En otra ocasión -cuenta Aristóteles-, Tales tuvoque mostrar que los filósofos también pueden, si quieren, ganardinero, porque él estaba cansado de recibir toda clase de cargadas"tanto por su pobreza como por la inutilidad de la filosofía". Comosus conocimientos le habían permitido calcular una buena cosecha,Tales arrendó, fuera de estación, todos los contenedores para olivas abajo precio y cuando llegó el momento los alquiló más caros. El punto es que desde que existe la filosofía quienes no la practicanse preguntan para qué sirve o, más bien, hacen explícita su sospechade que no sirve para nada. Quizá haya algo muy sensato en esasospecha, considerando que desde hace veintiséis siglos los filósofosvienen proponiendo sistemas, teorías, doctrinas, hipótesis o dogmasacerca de las cuestiones más variadas -¿qué es el hombre? ¿por qué hayuniverso y no "nada"? ¿existe dios? ¿cuál es la relación entre ellenguaje y la realidad? ¿cómo hacer justicia?- sin resolverdefinitivamente ninguna o pocas de ellas. Debería llamarnos laatención, sin embargo, que -como señala Manuel Comesaña- "a pesar detratarse de discusiones interminables sobre problemas sin solución",el interés por la filosofía no ha desaparecido nunca. En todo caso, la pregunta por la utilidad de la filosofía no puedeentenderse de una única manera. "Para qué sirve" se dice en muchossentidos. Puede ser una pregunta retórica -que ya presupone unarespuesta negativa-, una pregunta ingenua -por ejemplo, la de un padrepreocupado porque su hijo acaba de anotarse en la carrera de filosofía-, una pregunta decepcionada -la de un profesor o un investigador concrisis de identidad-, o una pregunta que tiene la expectativa deencontrar en las respuestas apologéticas un nuevo sentido para encararla propia tarea o la propia vida. El francés Gilles Deleuze dice que"cuando se pregunta para qué sirve la filosofía, la respuesta debe seragresiva, ya que la pregunta se tiene por irónica y mordaz". Peroalgunas veces, es la propia filosofía la que se formula esa pregunta;entonces es posible que de esa reflexión surja una transformaciónfructífera o una revolución en el modo de pensar y de actuar. Contra las ideas instaladas "A la pregunta de por qué filosofar hay que responder con otrapregunta: ¿cómo no filosofar? La posible inutilidad de la filosofía esparte de su contingencia -explica Samuel Cabanchk-y en ella radicatambién su utilidad, ya que la filosofía sirve para no hacer masa conel pensamiento masa; para ir más allá del pensamiento que domina enlos medios, de la espontaneidad de la opinión de la calle, de lasfórmulas masificadas. No se trata de instalar un elitismo del pensarsino de ejercer el pensamiento crítico, tanto en el universo personalcomo en el colectivo." El problema es, quizá, que estos ejercicios de tan noble utilidad sólotengan lugar en los ámbitos académicos, a puertas cerradas, y sóloalgunas veces lleguen a atravesar los muros del aula. Cabanchik, queocupa el puesto de director del departamento de la carrera deFilosofía, en la facultad de Filosofía y Letras de la UBA, dice que laacademia "es un canal para la filosofía en el cual puede darse o noese distanciamiento del pensamiento masificado; pero está claro -subraya- que ningún ejercicio institucional lo garantiza". Lacuestión, de todas maneras, sigue en pie: ¿en qué medida estacapacidad de poner a prueba los lugares comunes del pensamiento quetiene la filosofía logra hoy salir fuera de los centros de docencia einvestigación para situarse en las prácticas sociales? Y esto ¿tieneque ser así fatalmente? A esto apuntan, quizá, los estudiantes que pintan las paredes de lasfacultades de filosofía con leyendas del tipo "Que la universidad sepinte de pueblo" (en el tercer piso del edificio de la UBA) odistribuyen volantes exigiendo que en las aulas se discutan los modosde accionar académica y políticamente. Pero esa vocación por la acciónno viene siempre acompañada por otra vocación central para la utilidadfilosófica: la de una discusión argumentada, abierta y plural. Porcaso, para mostrar rechazo por la actuación de un filósofo en políticano se compromete a cada uno de los actores involucrados en un debate:el cartel injurioso, el escrache o la pintada están más a mano; yestos hábitos llevan a un mayor encapsulamiento y aislamiento de lacomunidad académica en todos sus niveles. El fin de las discrepancias "Algunos piensan que la filosofía puede y debe contribuir a lasolución de problemas morales, psicológicos, científicos, políticos, yque si no lo hace, es sólo un juego frívolo -dice Manuel Comesaña, dela Universidad de Mar del Plata-. Mi propia opinión, nada original, esque en dos mil quinientos años la filosofía occidental no ha podidoresolver ninguno de sus propios problemas y siendo así es dudoso quepueda solucionar problemas ajenos. Desde luego, uno puede dar porbuena una teoría filosófica que tenga respuestas para todos losproblemas, y esto es lo que hacen los que dicen aplicar la filosofía.Por ejemplo: si uno es tomista y se ocupa de la llamada ética aplicadapuede condenar el aborto en toda situación, sin excepciones. Peroalgunos de los mejores filósofos van a rechazar con argumentos eso queuno da por bueno. Si uno mira esta situación desde arriba no encuentrarazones para adherir a ninguna teoría: cuando las autoridadesdiscrepan, no hay autoridades." ¿Deberían entonces dejar de discrepar los filósofos? En el diálogo Delegibus, Cicerón relata la siguiente anécdota: cuando el procónsulromano Lucio Gelio llegó a Atenas para gobernar en nombre del Imperio,llamó con urgencia a los filósofos de la ciudad y les pidió quepusieran fin a sus disputas estériles y llegaran a algún tipo deacuerdo; dijo, además, que si no querían pasarse la vida discutiendo,él se ofrecía como árbitro para ayudarlos a alcanzar puntos en común.A Cicerón esta situación le parecía, por lo menos, "chistosa" y, comoél, muchos filósofos se han horrorizado y se escandalizan hoy cuandose los intenta agrupar bajo una línea de pensamiento. En cambio,Michael Frede, profesor de filosofía clásica en Oxford, escribiórecientemente que hoy existe "demasiado acuerdo" entre losintelectuales y que resultan mucho más útiles a la filosofía quienes"tienen la claridad intelectual y el coraje para mostrar que las cosasse pueden ver de otra manera". Esta era la tarea que Theodor Adorno reivindicaba para la "inútil"filosofía: porque su supuesta inutilidad deja al descubierto sucrítica de los saberes y las prácticas dominantes. "La filosofía -escribió Adorno-, a la que basta lo que quiere ser y que no galopapuerilmente detrás de la historia y de lo real, tiene su nervio vitalen la resistencia contra el actual ejercicio corriente y contraaquello a lo que éste sirve: la justificación de lo que ya es." La Fenomenología de Husserl - Epistemología - La filosofía y surelación con la cultura - Henri Bergson Vida y Obra - ¿Para qué sirvela filosofía? - Marcuse y la violencia - Papel de la violencia en lahistoria F Engels - Diálogo entre la razón y la fe Jürgen Habermas El saber en sus límites Pero tal vez convenga establecer otra zona para los acuerdos entrepensadores; por ejemplo, acuerdos entre la filosofía y las otrasdisciplinas relacionadas directamente con el quehacer humano. HoracioBanega, profesor de gnoseología en la UBA, dice que la utilidad de lafilosofía puede abordarse desde un eje individual y otro colectivo."En cuanto a lo individual, la filosofía sirve para adquirirhabilidades cognitivas ligadas al pensamiento abstracto y eso luegotrae aparejado el placer por el saber. Colectivamente, la filosofíasirve para criticar, revisar o consolidar las distintas racionalidadesde la vida social, y allí la filosofía se encuentra en pie de igualdadcon otras disciplinas. No creo que pueda dar un punto de vista fuerade lo social y tampoco dar una vivisón de la totalidad. Su aporte es,más bien, una metodologías de análisis antes que un pensamientosustantivo." Ahora, si la gente se reía de la futilidad del estudio de Tales deMileto, qué queda para la filosofía actual, que no es siquiera, comoera en la Antigüedad, la suma del saber. No es ciencia, ni tecnologíade aplicación puntual, ni tampoco teología. Pero ¿sería deseable tenerciencia, técnica o teología sin una reflexión filosófica que examinecríticamente sus supuestos? "La filosofía es un género de reflexiónacerca de los fines y de los valores que orientan a un colectivosocial -dice Daniel Kalpokas, doctor en filosofía y especialista en elpensamiento del norteamericano Richard Rorty-. Se supone quereflexiona sobre por qué invertir dinero en una investigacióncientífica y no en otra, por ejemplo. Si la ciencia y la tecnologíason medios para alcanzar ciertos fines, la filosofía debería ser unareflexión acerca de esos fines y de su sentido." Ligada a esta función aparece la dimensión crítica de la filosofía:"La crítica de la cultura es prerrogativa suya -dice Kalpokas- porquees una reflexión que atraviesa todas las áreas culturales: estética,ciencia, historia: todo lo que el alemán Jürgen Habermas llama "elmundo de la vida", y esto es así porque la filosofía tiene esacapacidad de relacionar los diversos fragmentos de la cultura con lavida cotidiana. Esto no es parte del contenido de las ciencias, sinode la filosofía. En este sentido, su vocación por la totalidad de lacultura es legítima. Si Aristóteles definía a la filosofía como elsaber de lo que es en tanto que es, hoy deberíamos llamarla reflexiónde la cultura en su conjunto y en todas las sociedades". La totalidad perdida La ilusión de crear un sistema teórico de explicación del mundo apartir de la pura razón se terminó con Kant, quien situó los límitesdel conocimiento humano y delineó los usos posibles de la razón pura ypráctica. "Las cosmovisiones omnicomprensivas del mundo, sean decarácter religioso, metafísico o ideológico, o inclusive metafísicaslaicas y seculares como el marxismo leninismo, han perdido vigenciaabsoluta", dice Osvaldo Guariglia, profesor de ética en la UBA einvestigador del Conicet. ¿Significa que los márgentes de utilidad dela filosofía son más estrechos? "En este mundo nuevo de pensamiento postmetafísico -sigue Guariglia-el filósofo de la ética y la política debe preguntarse cuáles son losfundamentos intersubjetivos de las normas que nos deben regir todoslos días. La crisis del relativismo cultural, del escepticismo moral,de la desorientación subjetiva es efecto de la secularización que traela modernización, y esto no produce siempre progreso. También produceel terror al progreso, a la modernización de las relaciones sociales ya la secularización de la sociedad, que está en la base de todofundamentalismo. En este marco, el filósofo puede aportar una visióncrítica porque al tener en cuenta el deber ser no intenta rever elpasado sino abrir el horizonte de las expectativas." Pensar lo público Karl Marx, graduado en filosofía con una tesis doctoral sobre elatomismo de Demócrito, escribió en su madurez: "Los filósofos se hanlimitado a interpretar el mundo de distintos modos; de lo que se trataes de transformarlo". Con esta sentencia subrayó lo que ya era un lugar común desde tiemposantiguos: los filósofos "interpretan", en cambio la actuación sobre larealidad social y política -incluido todo intento de transformación-es incumbencia de otros sabios: economistas, sociólogos, politólogos.Pero hoy, al parcer, muchos filósofos reclaman un lugar másprotagónico y activo en la vida pública. Tomando sólo algunos casos de académicos de la UBA, se puedenmencionar a Eduardo Rabossi, que fue Secretario de Derechos Humanosdel gobierno de Raúl Alfonsín; Guariglia, convocado asimismo porAlfonsín para asesorar en la formulación de criterios procesales queantes del Juicio a las Juntas distinguieron entre quienes daban lasórdenes (de un plan sistemático de terrorismo de Estado), quienes lashacían cumplir y quienes las cumplían. Florencia Luna ha sido asesorade la Organización Mundial de la Salud en cuestiones legales y éticasligadas a la genética; y Diana Maffia ha sido Defensora del Puebloadjunta. ¿De qué manera sirve la filosofía en la Argentina de hoy,atravesada por crisis múltiples y por múltiples deseos detransformación? "La filosofía cumple una función crítica con respecto a todo lo que lagente cree saber -explica Manuel Comesaña- y esto resulta útil:Bertrand Russell decía que es preferible una incertidumbre fundada auna certidumbre infundada. No creo que esto se aplique a todas lassituaciones: por ejemplo, en la vida cotidiana, dar por sentada laexistencia de objetos físicos -que algunos filósofos han negado-parece más práctico que ponerla en duda. Uno muchas veces estáobligado a actuar como si tuviera certezas, aunque no las tenga, peroen algunas situaciones resulta útil cuestionar certezas, por ejemplo,certezas políticas -aunque más no sea porque siempre se asesina ennombre de certezas, nunca en nombre de dudas." Horacio González afirma: "La filosofía sirve porque su servir está enla revisión de los cimientos del propio lenguaje con el que pregunta;ahora, cuando nos preguntamos por la utilidad de la filosofía en laArgentina de hoy tenemos que admitir que nos falta un lenguaje quepueda servir sin obligar ni programar. Es decir, que sirva justoporque se considera que está de sobra. Ese lenguaje, que investigalenguajes, es la oscura felicidad de la filosofía. Es la flecha celosaque señala hacia la conciencia de lo que falta. Porque todo país secompone alrededor de lo que él priva. O de lo que a él lo privan". Para poder intervenir activamente en la crisis actual, la filosofía"debería intentar reproducir el espacio del ágora, que ya no existe, yque para los griegos era el sitio de encuentro y debate sobre lapolítica en todos los sentidos de esta palabra", opina SamuelCabanchik. "Ese espacio -sigue- debe ser reconstruido en el ámbitofamiliar, en el de la amistad, en el trabajo y en la universidad."Guariglia también piensa que la filosofía puede y debe hacer aportesconcretos en ética y en política. "Pero eso no implica -dice- que enla Argentina de hoy se deba llamar a los filósofos para que esbocenuna república platónica ideal (el revolucionario filósofo portavoziluminado de la vanguardia entraña graves peligros). Más aun, esposible que si algo así ocurriese, aquellos a quienes se llame aportensólo unas confusas ideas sobre entelequias nacionales. A la inversa,significa que los filósofos, como ciudadanos, tienen el deber de hacerpropuestas claras y comprensibles a la opinión pública y a losgobernantes, no sólo sobre lo que se debate, sino sobre lo que no sediscute y se debería discutir." Filosofía para la vida Para Banega, la pregunta por la utilidad de la filosofía equivale apreguntarse para qué sirve estudiar. O también ¿cómo se restauran losvalores trabajo y del estudio cuando ya nadie cree en ellos? "A todosquienes nos dedicamos a la filosofía nos toca enfrentar esta cuestión:¿Tengo algo para ofrecer? ¿Qué puedo ofrecer, como filósofo, almercado productivo? ¿Puedo ofrecer algo más que la aspiración aconvertirme en un asalariado del Estado? Todos deberíamos preguntarnosesto porque la investigación, como profesión, está desapareciendo enel país. No estoy seguro de que la filosofía pueda ofrecerse comosabiduría para la vida: eso parece propiedad del psicoanalista o de lareligión. Deberíamos preguntarnos por qué." No todos los que portan credenciales filosóficas de alguna especieaceptarían hoy que la filosofía no sirve para la vida. En primertérmino, quienes organizan cafés filosóficos, reuniones que proponen asus asistentes formar un "grupo de reflexión" sobre asuntos de la vidacotidiana: la infidelidad, la tristeza, el amor. Hoy a las 22, porcaso, se puede asistir a uno que tratará el tema de los celos. A estetipo de encuentros -inspirados en los Cafés-Philos franceses pero quevienen ganando terreno en Buenos Aires- se accede pagando diez pesos.A cambio, los organizadores -formados en filosofía- ofrecen unarelación teórica sobre el tema, seguida por un amable diálogo encomún. No es lo mismo, sin embargo, la inocua costumbre de la charladel café que el consultorio filosófico: otro sitio que reivindica lautilidad y la capacidad de la filosofía para aplicarse a la vida, perode origen y función más dudosos. Difundidos por el norteamericano Lou Marinoff en su best seller MásPlatón y menos Prozac y extendidos en todo el mundo, estos consultoresdicen solucionar los problemas de sus "clientes" por medio de unaconversación que versa sobre filosofía. "En función de su problema -escribe Marinoff- examinamos las ideas de los filósofos que mejor seapliquen a su caso, aquellas con las que usted se sienta más cómodo".A diferencia del psicoanálisis, que se propone como una teoría o unconjunto de teorías afines, los consultores filosóficos disponen deinnumerables opciones para hacer que su "cliente" se sienta a gusto ypague la consulta. Más allá del efecto terapéutico que pudiera teneresta práctica está claro que el adjetivo "filosófico" está allí ennombre de un rigor y de una solidez intelectual de las cuales el"cliente" puede no participar jamás. Porque el placer por la lecturasistemática de los textos y el ejercicio de llegar con el pensamientohasta las últimas consecuencias -las dos claves que explican lavigencia y el interés por la filosofía a través de todos los tiempos-le son escamoteados. Y a juzgar por algunos de los casos que relatanlos consultores en sus propias publicaciones, el aporte "filosófico"puede reducirse a la pronunciación de unos cuantos consejos del másbásico sentido común. Por otra parte, los filósofos deberían poderhacer lo que les gusta pero ¿tienen derecho a cobrar por hacer lo queles gusta? ¿Y esto en todas las posibilidades de lo "filosófico" osólo en algunas? En su República, Platón trazó una extraordinaria alegoría: los hombres-dice allí- vivimos como encadenados en una caverna, y el que logradesencadenarse y ver el sol -es decir, el filósofo que sabe que hayalgo más bello, más verdadero y mejor que las tinieblas en las queestá sumida la multitud- debe regresar a la oscuridad para llevar sunoticia y persuadir a los demás de que lo sigan, aunque lo llamen locoo maldito. Las interpretaciones éticas y políticas de esta alegoríason incontables pero hay una enseñanza para los aspirantes a filósofosque sin duda la mantiene viva: la filosofía no servirá ni para lapropia vida ni para la vida en común si no es, de algún modo, unplacer dulce y un retorno arduo a la caverna.

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